De editora a escritora.

Fue durante la pandemia, en realidad todo sucede ya en tiempos de pandemia; yo empezaba con Afectos y canciones, trabajaba en la terraza (afortunada yo) aunque en realidad huía, de un yo que se había olvidado de mí, de esta pesadilla que no termina…
Bueno que me disperso, mientras trabajaba empecé a descubrir pájaros que se acercaban sin miedo a los árboles cercanos, al jardín, a sus nidos en la fachada. Aprendí a llamarlos por su nombre, mirlos y mirlas, tan distintos; golondrinas, cuyo vuelo errático me llevaba otra vez a mí.
Y pensaba en el diseño de la cubierta: una bici, sí, es perfecta, “¿puedes dibujarme una bici?”, porque Victoria, además, dibuja, “quedará genial, la mencionas en alguno de tus versos y todo el libro es un viaje.”
Pero la bici no encajaba, mis ganas de marchar eran muchas pero la bici no era suficiente, necesitaba volar y los mirlos, más bien las mirlas, esas que abandonan el nido cuando sus polluelos ya no la necesitan, eran perfectas.
Tus poemas y mi vida se fundían en una simbiosis absolutamente perfecta.